Agustín García Calvo y la filosofía

04.11.2012 19:51

 

Como en el caso de los filósofos presocráticos, todo el pensamiento de García Calvo, está marcado por el empeño en desvelar la verdadera realidad enmascarada por las convenciones sociales y por las palabras aprendidas tanto en la escuela como en los medios de comunicación y que son directa expresión de aquellas. Para evitar ese enmascaramiento de la realidad, usaba con sentido metafísico palabras como Pueblo, Poder o Dinero. Pueblo vendría a ser todo lo relativo a los de Abajo, la gente que sabe socráticamente, esto es, intuitivamente y sin saberlo. En contraposición al Pueblo el Poder de los de Arriba, empezando por los cultos, que creen saber y, por ello, no escuchan y desprecian a los menos formados, siguiendo por el Poder, los políticos, y acabando por el Dinero, el capital, a cuyo servicio está el Poder. Todo lo bueno, tanto en el plano de la creación, como en el de la política, solo puede venir desde Abajo. Agustín García Calvo solía decir, que sólo se le atribuyese lo malo que hubiese podido hacer o decir, que lo bueno venía de debajo de su conciencia. “Es lo que tiene uno, que no está del todo bien hecho, tiene grietas, y de esas grietas puede salir algo bueno”.

A la pregunta de por qué le interesaba tanto la lengua respondía: «La lengua es aquello que cualquiera sabe,» «la única máquina gratuita que se le da a cualquiera.» «La cultura se compra y se vende, la lengua, no, porque no es de nadie». «Ahí, es donde está la morada más visible de eso a lo que aludo como pueblo y que no es individuos ni conjunto de individuos. En la lengua de verdad, no en la escritura, que forma parte de la cultura, no hay quien mande, no hay amo que mande, no hay Dios que mande». Por eso consideraba vanos los empeños por imponer maneras de hablar, como, por ejemplo, cuando desde el feminismo se critica el uso del masculino genérico o los nacionalistas exigen nombrar a las ciudades gallegas o catalanas por su nombre en su propia lengua. Afirmaba que la lengua, por venir de una región inconsciente por debajo de nuestras voluntades, se estropea cuando se intenta usar desde la conciencia. Entendía la filología como el arte de leer, de devolver la escritura, que es cultura, que se vende y se compra, a la lengua, que no es de nadie.