¿Estudiar para ser empleable?

05.02.2013 22:49

 

Según Cathy N. Davidson, de la Fundación MacArthur para la Competencia en Medios y Aprendizajes Digitales, el 65% de los escolares actuales tendrá un trabajo que todavía no ha sido inventado. Los oráculos de tendencias americanos hablan de que las  humanidades se convertirán en tecnohumanidades, las ciencias en tecnociencias y así también ocurrirá con las artes. Punset insiste un día sí y otro también en la necesidad de dedicarnos a nuestras tareas, como estudiantes o como trabajadores, con pasión e inteligencia emocional y que esa es la condición necesaria del éxito. 

    Por su parte, el ministro de Educación, Sr. Wert, vuelve a echar un jarro de agua helada en la motivación de los que estamos sometidos a sus dictados. Esta vez recomienda a los estudiantes en trance de elegir carrera que piensen en términos de empleabilidad más que de vocación. Da a entender que ambas cosas habrán dejado de ser compatibles en la España feliz  que saldrá de la crisis para cuando el ministro y sus compañeros de gabinete acaben de cavar una zanja como Dios manda entre ricos por la gracia de Dios y pobres de solemnidad. En esa  España distópica, los estudios humanísticos habrán quedado obsoletos, los escenarios sin público, las bibliotecas sin lectores y los funcionarios de Educación y de Sanidad al servicio del ciudadano sustituidos por mercenarios al servicio del Dinero. La empleabilidad del que la tenga consistirá, previsiblemente, en estudios técnicos especializados en asuntos turbios y opacos, tales como la creación de oligopolios, la elusión de impuestos y ocultación de pruebas, la activación de burbujas, el rastreo del paraíso laboral-fiscal más conveniente, el tráfico de mano de obra, la manipulación de conciencias através de los medios de comunicación y la  inversión de valores morales a gran escala… 

    Sólo para favorecer un escenario tan pavoroso uno entiende el empeño ministerial en erradicar de la escuela la creatividad, la ética para la ciudadanía, el arrinconamiento de las humanidades y también la subida de las tasas universitarias. Puesto que los jóvenes no asumen su destino de ser mano de obra barata y aún insisten en estudiar guiados por sus desordenadas pasiones, hace falta suprimir aquellas asignaturas que les habrán horizontes de libertad e implantar matrículas disuasorias que les eviten el esfuerzo inproductivo de estudiar para trabajos que habrán dejado de existir. ¡Ah, sr. ministro, qué juventud ingrata ésta que estudia ciencias, humanidades o artes por puro y malsano hedonismo, que no piensa en la competividad de las empresas de la marca Epaña en el mundo globalizado! Quiero creer que, apesar de su empeño,  seguirá habiendo una juventud que estudiará  por amor a la sabiduría, para que la trasmisión del saber continue, a pesar de que ni la sociedad ni sus élites le recompensen su sacrificio

Tema: La clarividencia del ministro de Educación

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