Hiperbóreos, gentes de Dana y cultura megalítica

02.09.2013 17:24

 

En los tiempos de la edad del bronce, las rutas comerciales del estaño y el ambar conectaron el Egeo y las costas atlánticas en un tiempo en el que el oceano significaba la frontera del más allá. En aquel margen borroso entre lo real y lo imaginario los poetas situaron unas islas soleadas de bosques sagrados y campos que producían dos cosechas anuales. Allí habitaba un pueblo bienaventurado, el de los hiperbóreos, esto es, los que están más allá del Norte. Eran un pueblo pacífico que practicaba la magia y adoraba al sol en santuarios circulares construídos con piedras hincadas. Ajenos a la guerra y la enfermedad eran muy longevos y morían cuando saciados de vivir se arrojaban felices al mar desde un acantilado coronados de flores. Eran el pueblo predilecto de Apolo, quien se retiraba junto a ellos cada 19 años, al cumplirse el ciclo de los planetas. A ciertos viajeros hiperbóreos se atribuía el origen del culto a Apolo en Delfos y Delos. Los poetas también afirmaban que la suya era la región a la que iban los héroes después de morir.

Este pueblo parece identificable con la civilización megalítica, civilización que se se desarrolló durante todo el Neolítico y la  de la edad del bronce, del 5º al 2º milenio antes de Cristo, y que se extendió desde la península ibérica por la costa atlántica hasta las islas británicas y el Báltico y por la costa sur del Mediterráneo hasta Malta.

Esta civilización milenaria, de origen neolítico (c. 5000 a. C.), atesoraba através de la jerarquizada clase sacerdotal de los druidas, un rico bagaje de creencias y conocimientos medicinales, astronómicos y musicales. A ellos parece pertenecer el sustrato lingüístico más antiguo de toda su área de extensión así como ciertos haplogrupos genéticos originarios de la península ibérica y sur de Francia. Las investigaciones de toponimia comparada de F. Villar apuntan a la indoeuropeidad lingüística de estas gentes.

Los celtas armados con armas de hierro invadieron en torno al año 500 las Islas Británicas, y vencieron a esta gentes paleoindoeuropeas que luego recordarían como los tuatha dé Dannan, o gentes de la diosa Dana, asimilándose y conservando su casta sacerdotal y su superior mundo intelectual. En la peculiar visión mítica de la historia, los britanos consideraban que los tuatha no se habían ido sino que habitaban el los túmulos funerarios, que entendían como puertas al más allá.

A los griegos arcaicos que circunvalaron el Atlántico Norte hasta las islas Casitérides, literalmente las islas del estaño, debió antojarseles paradisíaco su suave clima veraniego. La asimilación de las poblaciones paleoeuropeas por los celtas explica que Herodoto los identificase con los celtas y con otros pueblos influídos por éstos, como los cimbrios y los cimerios.

 

Bibliografía:

Sira García Casado, Los celtas, un pueblo de leyenda, ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1995

P. Grimal¸ Diccionario de mitología griega y romana, ed. Labor, 1965

F. Villar Liébana, Vascos, celtas e indoeuropeos. Genes y lenguas, Salamanca 2005